Las palabras sobran.

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miércoles, 20 de agosto de 2008

Cosmovisión y cosmologías en el México prehispánico.

 

"Ahora nosotros, ¿destruiremos la antigua regla de vida?
La de los chichimecas, de los toltecas, de los acolhuas, de los tecpanecas..."

Rescatar los conocimientos olvidados requiere de una postura diferente a la que tenemos actualmente, tratar de entender el pasado viendo como vemos en la actualidad producirá un choque conceptual y contradictorio -lo mismo sucede al mirar a las filosofías orientales- y esto ¿por qué?, debido a que la concepción que se tiene del universo y la forma de percibir la realidad, se han planteado en la actualidad como contradictorias.

Todo inicio con el surgimiento de la cultura Olmeca (siglo XII y VII a. de C.), esta es considerada como la "Cultura Madre" término acuñado por Alfonso Caso, esto debido a que se encuentra su influencia en todas las culturas posteriores, con la consolidación de esta cultura se dio el surgimiento de Mesoamérica, que tenía una forma de percibir y reconocer la realidad; una cosmovisión vivida y pensada, una forma de ser en el hombre y en el cosmos, dentro de una completa Unidad.
Y es a partir de esa Unidad del hombre con el cosmos, la esencia del mundo mesoamericano prehispánico. Como lo manifiesta Broda (1995, p. 16) "la religión, la sociedad, las observaciones de la naturaleza constituyen partes de un mismo continuo que abarca todo el universo, conocido en términos de un cuerpo de conocimientos exactos, al mismo tiempo que satisfacía las necesidades ideológicas de aquella sociedad. La multitud de deidades, los calendarios, las matemáticas, la ideología, los ciclos agrícolas, los procesos socioeconómicos se fusionan para formar la cosmovisión dialéctica de lo que fue su mundo".

Para León-Portilla (1996) la religión mesoamericana fue una creencia vinculada al origen del hombre, una visión del mundo, de su origen cósmico, de su destino y del más allá. Sus preceptos normaron la vida moral, el ritual fue el ancla con que se acercaron a la realidad y el mito dinámicamente representó a la realidad presente conteniendo elementos del pasado. Fue un tiempo (vida-muerte) y espacio (el "mundo que les era conocido") sacralizado y divinizado.

La sabiduría mesoamericana dice Soustelle (1983) y Ortiz (1992), reconocía la complejidad del mundo, que reflejaba el conjunto del universo: lo fasto y lo nefasto, la felicidad y la desgracia, la vida y la muerte, y siendo aquí donde se encontraba la fuerza para ser hombres y para vivir la vida; reconoció de igual forma lo contradictorio del corazón del hombre y de la vida dentro de la totalidad; así pensaron que: "el hombre separa los contrarios, los vuelve uno contra el otro."
Esta dualidad manifiesta, para López (1996), un juego de fuerzas que se encuentra en completo equilibrio, en orden y armonía; sin existir una supremacía o monopolio absoluto; es decir, lo que se considera como opuestos son complementarios, en un momento impera una y posteriormente la otra; e incluso ambas al mismo tiempo, expresado lo anterior en su concepción del tiempo, siendo de esta forma la dualidad cíclica, compensadora e interna en la composición dual que tienen todos los seres.
Duverger (1996) dice que en esta dualidad existente entre los contrarios, principalmente entre la vida (femenino) y la muerte (masculino), no hay disociación porque son complementarios, existe una continuidad dentro de la separación; es decir, existe un masculino y un femenino, pero en lo masculino existe lo femenino y en lo femenino existe lo masculino. Para Ortiz (1992, pp. 31-34) la visión mesoamericana manifiesta claramente que provenimos de la dualidad; síntesis de la vida y de la muerte.
Para Szekely la filosofía de vida de los mesoamericanos se encuentra en relación con todo en el cosmos, incluyendo la vida y el conocimiento humano, producido por la lucha de los dos principios cósmicos: la vida y la muerte. El espíritu de la luz y de la vida estaba simbolizada por Quetzalcoatl (serpiente emplumada); y el espíritu de la oscuridad y la muerte, por el jaguar o tigre llamado Tezcatlipoca, unidad divina representada por estos dioses, cuya interacción e influencia es recibida por los hombre, según Tompkins (1990).
De esta forma en los ritos llevados acabo en las pirámides y el juego de pelota, reflejaban estas implicaciones astronómicas y cósmicas; y es a través de estos rituales (lucha cósmica entre el bien y el mal, la luz y las tinieblas) como se transmitían verdades religiosas de significado cósmico. El objeto del drama de la vida en el que las acciones tenían profundos significados simbólicos; por ejemplo en los ritos de la pirámide (contienda terrenal y ascensión espiritual); era que el hombre ascendiera a la cima apoyado por sus pensamientos y acciones y las fuerzas del bien; resultado del triunfado sobre las fuerzas de la muerte y la destrucción, su parte espiritual triunfaría transformándose en la luz de Quetzalcoatl, la estrella de la tarde y reunirse con el océano cósmico de la vida.

De acuerdo con Sejourné cuando la guerra interna que se libra en el corazón humano se resolvía mediante la reconciliación de las dos fuerzas opuestas simbolizadas por el agua y el fuego, el hombre "podía convertirse en capullo y florecer" de materia carnal a espíritu, finalmente liberándose de la dualidad -un desprendimiento de la envoltura terrestre del hombre para separar su espíritu del cuerpo mortal; el individuo, por medio del crecimiento interior, alcanzaba la categoría de un ser celeste (Teotihuacan-donde los hombres se hacen dioses), por su parte Calderón dice que los mayas identificaban al hombre con el centro del universo, simbolizando su unidad fundamental con el creador, así crearon una escuela filosófica basada simbólica y científicamente en una integración del hombre con el cosmos, ambos retomados por Tompkins (1990).
Así, la armonía del cosmos, el sentido geométrico y dual del universo los impulsó a conocerlo para comprender las claves de la vida humana, En mesoamérica, en este caso los mexicas, dice Broda (1995, 1991), la naturaleza y la sociedad se consideraban como unidad. De importancia para la vida cotidiana era el observar directamente la naturaleza de ahí que se diera el culto a los cerros, las cuevas y el mar, fundada en las condiciones específicas del medio ambiente: geografía y clima, así como en la experiencia histórica de una compleja vida social, fundándose, no en el distanciamiento del hombre de la naturaleza -la "objetivación" de ésta-, sino en la unidad que sentía el hombre con el cosmos. El ser humano, los animales y los fenómenos naturales se concebían como partes de un mismo continuo que abarcaba todo el universo y era gobernado por sus leyes dialécticas.
En mesoamericana Tompkins (1990) retoma a Michel quien menciona que las reglas del universo se revelaban al hombre por medio de la belleza. la magia interna de la poesía y la estética, se expresaban los elementos de unidad o correspondencia en fenómenos aparentemente desiguales en su naturaleza. Para el mesoamericano todo estaba poseído por un "espíritu", por fuerzas invisibles de vida, según de la Fuente (1996). El hombre mesoamericano al tratar de explicar las cosas descubrió que su explicación es por cuenta de las cosas mismas, todo tiene en su interior una esencia, un alma divina, es decir, el hombre se trasciende a sí mismo, gracias a una concepción integral de un universo en que lo cósmico, lo viviente y lo humano se entretejen.
Si bien es cierto que la cosmovisión del hombre se representa a través de las deidades, y posteriormente son estas las que rigen la vida del individuo, es entonces tarea del propio ser humano alcanzar la unión con las mismas, lo cual provoca que el hombre ya no sea un ser común sino un ser deificado, vuelto Dios, en el sentido de Hombre-Dios, adquiriendo las cualidades particulares de la divinidad. Sin embargo, gracias a la capacidad reflexiva de la filosofía particular del modo de pensar, éste no se quedaba a este nivel, sino que aún, el hombre se dedicaba a preguntarse y cuestionar todos estos elementos y relaciones divinas y la forma en que correspondían con la vida cotidiana, lo que habla de una conciencia y autoconciencia. A este nivel de concepción correspondían dos tipos de acción: uno llevado a cabo por el hombre dentro de su libertad individual de acción, y otro por los sabios o tlamatini, quienes eran los puntos intermedios entre la cosmovisión y la realidad particular de cada hombre, de la vida y de todo cuanto se sucedía.
Respecto del hombre puedo decir que su concepto de hombre estaba en función de la idea de un hombre educado, plenamente realizado dentro de un universo armonioso y estable en el que dioses, hombres, animales, plantas, etc., tienen un sitio y una función específica, además de estar inmersos en estrecha unidad.
En el mundo maya, menciona Izquierdo (1983), que el concepto de hombre y su papel en el mundo, está bajo la idea del hombre maduro que se quería formar y en los valores que guiaban su vida. Así, el adulto maduro consciente de sí mismo, es quien había desarrollado todas sus potencialidades para sustentar a los dioses y asegurar de esa forma la vida en la tierra. Reconocen en el hombre una parte espiritual en la que radican los sentimientos, la voluntad, la intención y la connotación ética de la acción; el corazón.
Según León-Portilla citado por López (1989) del término náhuatl Yóllotl, como derivado de ollin "movimiento", el corazón era considerado como el aspecto dinámico y vital del ser humano. De ahí que la persona sea "rostro, corazón". Al ser el centro de movimiento y receptor del poder de los dioses, podemos hablar que todo hombre al tener parte de un dios se convierte así en hombre-Dios.
Al ser el hombre una parte importante en el equilibrio del universo, él tiene una misión propia y que puede forjar libremente, pero de acuerdo a su destino, lo que son su "rostro y corazón", y logrará su felicidad en la tierra en tanto que viva a tono con lo que es, la razón de su origen en el universo. Incluso más allá de la muerte, su propio ser se mantendrá en vinculación permanentemente y dinámica con los dioses.
Esta interrelación se ve presente cuando el hombre mesoamericano se pregunta sobre su origen, de esta forma el maya y el náhuatl, expresan que el hombre es en el mundo y el mundo es para el hombre, éste no es un orden existencial autónomo y desvinculado, como no lo es la naturaleza y los dioses. El hombre se explica por la ley dialéctica de lucha de contrarios y de muerte y renacimiento que rige al mundo, es una explicación cósmica del hombre. Sin embargo, en la relación hombre-mundo el uno no se explica sin el otro, más bien se explica por el otro y ambos por lo divino, una concepción unitaria de la realidad, no intelectual, sino vivencial, ordenada por un principio superior, como no lo indica de la Garza (1991).
Posteriormente y conscientes de la finitud del hombre y de la fugacidad de la existencia, se percataron de la dificultad de conocer la naturaleza, por lo que se preocuparon por conocer la razón de la existencia del hombre en el mundo. Intentaron conocer la esencia, la causa, el efecto de las propiedades de la naturaleza. Prueba de ello fueron los hombres sabios, tlamatini, que dedicaron su vida a inquirir sobre la verdad.
Vislumbraron que la única manera de decir palabras verdaderas en la tierra era a través de la poesía y el arte que son "flor y canto" (in xóchitl, in cuícatl), expresión artística y simbólica, donde sabios y poetas hablan un mismo lenguaje metafórico muchas veces idénticas, pero que expresan formas de pensamiento que responden a preocupaciones distintas. La poesía es para los tlamatinime una expresión simbólica oculta, y es por la metáfora, que el hombre llega a proyectarse más allá de sí mismo, acercándose a su raíz. La verdadera poesía implica un modo peculiar de conocimiento, fruto de auténtica experiencia interior o resultado de una intuición.
Esta iluminación interna sólo podía ser exteriorizada a través de un rostro y un corazón del arte y de un artista, esto no sólo implicaba la creación de objetos, sino la manifestación de una cosmovisión y una filosofía personal de vida. Así tenemos que el artista náhuatl; heredero de la tradición tolteca, él mismo quiere llegar a ser tolteca, y gracias a la educación, conocía los mitos, tradiciones e ideales, por lo que sus creaciones tendrían sentido al estar impregnadas de su raíz y de esta forma encontraban resonancia en el pueblo náhuatl.

León-Portilla (1994) establece que los sabios piensan de esta forma en todo aquello que rodea al hombre, lo que es hermoso y bueno: las flores y los cantos. La reflexión profunda acerca de lo que existe, lleva a descubrir que todo está sometido al cambio y al término. Ambos temas: inestabilidad de lo que existe y término fatal, que para el hombre significa la muerte, llevaron al sabio a meditar y a buscar un más hondo sentido en las cosas. Lo que los llevó a concebir la vida como un sueño, y al tiempo, cáhuitl, como "lo que nos va dejando", y aunque el hombre esté sometido a la muerte y al cambio, también es cierto que hay en él y en lo externo cosas buenas, cosas que dan alegría al hombre sobre la tierra. Esto porque se dieron cuenta de que resultaba imposible querer elucidar los temas de cambio y la muerte, sin valorizar antes las posibilidades del conocimiento humano (capacidad cognitiva y la verdad misma del hombre).
El interés por encontrar la verdad para el mundo y para el hombre, por parte de los tlamatinime, dio origen a las múltiples interrogaciones que ponen manifiestan un pensamiento que reflexiona sobre las cosas y sobre el hombre mismo, hasta llegar a contemplarlos como problemas. Este planteamiento y búsqueda de respuesta a los problemas planteados en forma razonada, llevo a elaborar nuevas doctrinas acerca del mundo, del hombre y de la divinidad, lo que es ejemplo y que permite afirmar la existencia de un pensamiento filosófico en el antiguo mundo náhuatl. Este pensamiento creado por los tlamatini en la sabiduría antigua del mundo náhuatl (Huehuetlamatiliztli) dejo además una herencia espiritual resultado de sus concepciones acerca de los misterios del hombre, del universo y de Dios. Su esencia era recuperar "su rostro y su corazón". Al hombre náhuatl le interesa no "la contemplación de las esencias, sino la posesión interior de una raíz para dar apoyo a su rostro y corazón inquieto.
Hemos visto así la cosmovisión de los antiguos mexicanos plasmada en todas sus creaciones y representaciones del universo, del mundo y de sí mismos: hombres, sabios, dioses y universo; conjuntamente dando coherencia a la misma existencia.

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