Las palabras sobran.

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jueves, 14 de agosto de 2008

Libro Primero de Historia Natural y Moral de las Indias

 

"Estuvieron tan lejos los antiguos de pensar que hubiese gentes en este Nuevo Mundo, que muchos de ellos no quisieron creer que había tierra en esta parte, y lo que es más de maravillar, no faltó quien también negase haber acá este cielo que vemos..." (Capítulo I)

Con estas líneas da inicio la Historia natural y moral de las Indias, obra capital del Padre jesuita.

Josep de Acosta. Se trata de un caso especial, ya que el Padre Acosta recorre México durante un año (1576-77), pero conocía ya en buena medida, la realidad americana, a través de su larga estancia en el Perú. Ello le permitió establecer rápidamente una serie de comparaciones con la cultura Inca, pero también apreciar los elementos propios de México en una etapa de coloniaje todavía incipiente.

Acosta empezó este libro estando aún en América, pero lo terminó de revisar hacia 1588, en Genova, siendo publicado hasta 1590. La importancia de la Historia natural y moral de las indias; se puso de manifiesto en cuanto se dio a conocer. Se tradujo inmediatamente a varios idiomas, repitiéndose las ediciones en todos los casos.

Se considera que esta obra se adelantó a su tiempo en varios aspectos, y por eso influyó en el pensamiento de su época, haciendo avanzar el desarrollo científico de los siglos siguientes de manera descisiva. Enseguida revisarémos sumariamente algunos de estos aspectos, no sin antes resaltar que en la base del pensamiento de Acosta reside la concepción misionera, de la recuperación de esa humanidad "nueva" descubierta en América.

En primer lugar se ha destacado que su concepción acerca del origen del hombre americano, es completamente revolucionaria. Acosta plantea que éste provino de Asia, e incluso intuye la existencia del estrecho de Bering, pero lo más interesante del planteamiento es el rigor lógico de sus argumentos:

"Para mi una gran conjetura para pensar que el nuevo orbe, que llamamos Indias, no está del todo diviso y apartado del otro orbe. Y por decir mi opinión, tengo para mi días ha, que la una tierra y la otra en alguna parte se juntan, y continúan, o a lo menos se avecinan y allegan mucho. Hasta ahora a lo menos no hay certidumbre de lo contrario. Porque al polo Ártico, que lo llaman norte, no está descubierta y sabida toda la longitud de la tierra...".

Esta postura resulta mucho más científica que la hipótesis, más común en su tiempo, del hundimiento de la Atlántida.

Otro aspecto que ha sido muy valorado en la obra de Acosta es su importancia dentro de la fase antigua de la etnología1 española. Su idea de la evolución humana es comparable a la que plantea Bartolomé de las casas en sus Tratados.

Aunque el sentimiento indigenista en el Padre Acosta no tiene el tono acusador y apocalíptico de Las Casas, sus ideas se enmarcan dentro de un cuadro muy parecido. Por ejemplo una coincidencia importante es que ambos proponen un indianismo; en el sentido de que propugnan una suerte de autonomía indígena, en cuanto a sus leyes, costumbres y policía. Acosta afirma que "deben ser gobernados conforme a sus fueros"; mientras que Las Casas proponía también conservar las culturas indígenas en estado de preservación aislándolas del Imperio.

Gran parte de la modernidad del libro de Acosta proviene del hecho de que desarrolla una descripción o estudio etnológico del mundo americano, que no se había llevado a cabo anteriormente. Pese al tiempo transcurrido desde el "descubimiento" (1492), y las conquistas de México y Perú (1519 y 1532), ninguno de los libros que habían recorrido Europa, se había ocupado de describir el perfil étnico del continente americano.

Encontramos en sus páginas una valoración de las culturas indígenas (en especial la inca y azteca) a las que sitúa en un plano de relativa igualdad con otras como la griega y latina. Además el jesuita se proponía destruir algunos de los muchos prejuicios que en aquel tiempo se hayaban difundidos por el Viejo Continente. Veamos la cita textual:

"Habiendo tratado lo que toca a la religión que usaban los indios, pretendo en este libro escribir de sus costumbres y pulicia y gobierno, para dos fines. El uno, deshacer la falsa opinión que comunmente se tiene de ellos, como de gente bruta, y bestial y sin entendimiento, o tan corto que apenas merece este nombre. Del cual engaño se sigue hacerles muchos y muy notables agravios, sirviéndose de ellos poco menos que de animales y despreciando cualquier género de respeto que se les tenga [...]. Esta tan perjudicial opinión no ve medio con que pueda mejor deshacer, que con dar a entender el orden y modo de proceder que estos tenían cuando vivían en su ley; en la cual aunque tenían muchas cosas de bárbaros y sin fundamento, pero había también muchas otras dignas de admiración. [...] Más como sin saber como sin saber nada de esto entramos por la espalda sin oilles o entendelles, no nos parece que merecen reputación las cosas de los indios, sino como de caza habida en el monte y traida para nuestro servicio y antojo. Los hombres más curiosos y sabios que han penetrado y alcanzado sus secretos, su estilo y gobierno antiguo, muy de otra suerte lo juzgan, maravillosamente que hubiese tanto orden y razón entre ellos".

Se dibujan así los primeros trazos del americanismo moderno, fundado en el conocimiento científico de las culturas autóctonas, con obras como las de Sahagún, Torquemada, Durán y el propio Acosta.

Finalmente cabe destacar que son unánimes y generales los elogios que se prodigan a este autor como uno de los "primeros escritores científicos del Renacimiento". Una opinión de peso muy importante en este consenso fue la de Alejandro de Humboldt, quien elogia el método riguroso, ceñido, sistemático de Acosta, tan poco frecuente en los autores de su tiempo, dados por lo común a la disgresión y a la divagación.

JOSEP  DE  ACOSTA

Hijo de una familia respetada, nació en 1540, en la ciudad castellana de Medina del Campo. Era uno de los nueve hijos de un matrimonio de ascendencia judía, recientemente convertidos al cristianismo.

Ingresó al Colegio de la Compañía de Jesús de su ciudad en 1551; a la que cuatro de sus hermanos se unieron sucesivamente. Un año después, a la edad de doce años ingresó al noviciado de Salamanca. En 1559, contando con 19 años, pasa a Alcalá de Henares en cuya prestigiosa Universidad realizó sus estudios de Teología, Sagradas Escrituras y Derecho Canónico, así como los de Derecho Civil, Ciencias Naturales e Historia.

Desde 1566, cuando se inician las primeras misiones jesuíticas en América, el Padre Acosta expresa su deseo de participar en ellas. De modo que en 1571, cuando contaba 31 años de edad, es destinado al Virreinato del Perú; propiamente en las misiones de los Andes.

En 1571 fue a Cuzco como visitante de la universidad jesuita, recientemente fundada. Volviendo a Lima tres años más adelante fue elegido provincial en 1576. Participó en la fundación de varias universidades, entre ellas la de Arequipa, Potose, Chuquisaca, Panamá, y la Paz.

A instancia del virrey Francisco de Toledo, comenzó a investigar personalmente una gama muy extensa del territorio, de modo que adquirió un conocimiento práctico de la extensa provincia, y de sus habitantes aborígenes.

Pocos miembros de la Compañía de Jesús del siglo XVI han sido tan uniformemente elogiados como José de Acosta. No pretendió hacer en su Historia una revisión exhaustiva de los fenómenos y seres naturales de América, sino razonar sobre su significado, apoyándose en una selección de ellos.

A su regreso a Europa, ocupó la Cátedra de Teología en la Universidad de Roma en 1594, así como otras posiciones importantes. A la hora de su muerte era rector de la Universidad en Salamanca.

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